Perturbado,
esperando la señal que me permita
retomar el punto de partida.
Derramando,
oscuros y oxidados sabores
nuevamente maltrechados.
Arrepentido:
moribundo y pútrido fruto
entregado a marcha forzada.
Persephone llora su destino,
enclaustrada en su la bor por
roer la coraza del más cauto
o envenenar la sangre del más bravo.
Nunca pretenderé ignorar tu canto.
¡Oh, hija de Venus! Estrecha esta mano y
permite el paso a este Hades, loco por
unirse a ti, en este lunático destino.
Es Primavera,
dondequiera que busque ahí estás tú.
¡Oh, mi colérico aliento, mi magmático alimento;
prende ya esta mecha interminable!
Eres tú, Primavera;
reina de mis infernales rarezas,
dueña de mi demente altura:
esperanza escarificada a hierro y fuego.
Rumiaré mis silencios si así te tengo en vida;
traicionaré de nuevo a los dioses si así
encuentro el candor con que fundirnos en este infierno.