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Durante el trasiego de mi orbitaje, encontré, de nuevo, el sentido de mi vagar.
Juré, entonces, no pensar de nuevo, y anhelando abandonar el hastiado ajetreo que me condena a rondarte eternamente, únicamente desee arder con tus destellos.
Escapé de este austero cometido que tortura plácidamente mi camino; una sola fuerza me hará desorbitar:
¡Luna, quédate conmigo! Una sola orden es suficiente para zambullirme en esta lunática persecución: ¡Morirán los días y las noches si te alcanzo!
Emprenderemos una eterna sinestesia ajena al tiempo, al espacio; al deber. Basta un sincero temor; una ardiente mirada…
Romperé el demiúrgico destino que me impide mostrarte aquel incierto lado oscuro de mi alma.
¡Sol, que tu luz destruya estas ciegas cadenas; este eterno viaje a ninguna parte! |
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